Estábamos en la habitación Laura, María y yo. Intentábamos dormir, pero la risa se apoderó de nosotras y era imposible. Cuando por fin nos tranquilizamos, María decidió ir al baño para alisarse el pelo y así poder peinarse al día siguiente. Eran las doce y media de la noche y María utilizó el secador, que hacía un ruido bastante alto y desagradable. Después de tantas carcajadas, no se dio cuenta de la hora y que con el ruido del secador podría interrumpir el sueño de los demás huéspedes.
Mientras ella terminaba, yo fui a asegurar el pestillo de la puerta, bajé el pomo y esta se abrió. Entonces entendí que el pestillo solo funcionada por fuera, así que abrí y cerré la puerta rápidamente y de repente sonó un "toc, toc", acompañado de la voz de una mujer bastante enfadada que decía: "¿Podéis abrir la puerta?" Yo me paralicé, María apagó el secador y Laura bajó el volumen de la música. Entonces Laura y María me explicaron que la profesora, del otro curso que estaba alojado en la misma planta que nosotros, hacía guardia para controlar a sus alumnos. Así que, de puntillas, para no hacer ruido y que la maestra no me escuchara alejarme de la puerta, volví a la cama.
Me costó dormir, apenas pegué ojo, estaba preocupada, no sabía si había hecho bien, y si hubiera abierto ¿qué habría ocurrido?
Eran las ocho de la mañana, me desperté pensando qué pasaría si me encontraba con ella. Me vestí, salí al pasillo, con temor, para reunirme con el resto de la clase. Me di cuenta que había demasiado silencio, solo estábamos mis compañeros y yo. No recuerdo muy bien quién fue, pero alguien dijo que la profesora y sus alumnos ya se habían ido del hotel. Al escuchar esto, suspiré aliviada y fui con tranquilidad a desayunar con mis amigos.
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