Cuando Iván González Salcedo se despertó una mañana después de una extraña noche, se encontró encima de la mesita de noche convertido en un esbelto saltamontes, con unas alas como el cristal, brillantes gracias a la luz mañanera que entraba por su ventana
Iván tuvo la mala suerte de encontrarse con la puerta cerrada con cerrojo. Angustiado, gritó con todas sus fuerzas, intentando escapar de esa habitación como alma que lleva el diablo, pero nadie le escuchó. Se le ocurrió una idea que consistía en encender el ordenador y ponerlo a todo volumen para llamar la atención de sus padres.
De repente, el ordenador se oscureció, formando un vacío inmenso a su alrededor que se tragaba todo a su paso. Intentó huir dando brincos con sus patitas de saltamontes, pero no dio resultado. En una milésima de segundo, apareció encima de su cama, en forma de humano. Todo fue un sueño.
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